Tus calles, modestas incitadoras a rutinarias peregrinaciones, empapadas de marchantes cauchos, llenas de caluroso asfalto.
Tus senderos, vastos territorios, olímpicas marchas para recorrer tus poblados pasos.
Tus casas, ya no existen, solo reliquias de antaño, que sufren sus últimos días para luego ser reemplazadas por altas torres.
Tus puentes, historiadores de grandes hazañas, amoríos y desilusiones, portadores de soñadores y aventureros.
Tu río, un respiro para la ciudad, un respiro mal cuidado, alimentado por la boca de una gran montaña.
Tus monumentos, un recuerdo... un recuerdo de como vivimos y como fuimos.
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